lunes, 27 de septiembre de 2010

El Golfo de las pardelas

El título de esta entrada la comprenderán al leer un esclarecedor relato enviado por un lector y que se publicó en "20 minutos" el 31 de Agosto de 2010. El relato es el siguiente:

Barbacoa de especies protegidas en Lanzarote
31 Agosto 2010


Dos de la tarde. Restaurante frente al mar en una turística localidad marinera de Lanzarote cercana al Parque Nacional de Timanfaya. Desde la terraza el paisaje es espectacular; no en vano toda la isla está declarada Reserva de la Biosfera.

Llega el camarero y nos deja la carta. ¿Ustedes no son de aquí, verdad? Pues si quieren comer algo verdaderamente delicioso, prueben nuestro pollo especial. Y al decirlo, nos guiña el ojo con gesto de complicidad.

En realidad nos está ofreciendo pollo asado de pardela cenicienta, una especie de gaviota nocturna protegida, en peligro de extinción, cuyas crías acaban todos los veranos asadas por miles en Lanzarote y en menor medida Fuerteventura. La denuncia que desde allí mismo hago a la Guardia Civil no sirve de nada, pues no tengo pruebas ni se hacen registros. Otro menos remilgoso se las comerá sólo por el placer de darse una tripada diferente, cual manjar exquisito. Que sea una especie protegida y en peligro de extinción les da lo mismo. Como ya os he contado, hasta 100 euros por pollo llegan a pagar estos criminales de morro fino.

Hace unos días, un equipo de voluntarios de WWF que trabaja en la conservación del islote de Alegranza (Lanzarote) sorprendió a cuatro cazadores furtivos asaltando varios nidos de pardela cenicienta. En la isla se concentra la segunda colonia más importante del mundo de este ave, protegida por la Unión Europea e incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, más de 8.000 parejas.

A pesar de ello y de ser el primer Parque Natural en declararse en Canarias, desde entonces, año 1986, carece de un órgano de gestión específico o de vigilancia eficiente. Los pardeleros se ponen las botas. Como dice el periodista majorero Juan Luis Calero,

Si conocieran a mis amigas, las pardelas, nadie acabaría con ellas. Porque te seducen, son el símbolo de cualquier isleño que desee beberse el mar de un trago.

Pero algunos, bestias de dos patas, prefieren comérselas e incluso se beberían el mar si les dijeran que es ron. Impunemente.

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